«El turno de la niebla» de Rubén Aibar. Ganador categoría Adultos

II Concurso de Microrrelatos “Los seres invisibles”

Cada otoño, cuando el Moncayo se cubre de niebla espesa como algodón podrido, el sanatorio de Agramonte despierta. Nadie lo ve moverse, pero cambia. Cruje distinto. Respira.

La gente del pueblo ya no sube. Dicen que la montaña se cobra recuerdos cuando la niebla baja, que roba nombres y los deja escritos en las paredes del sanatorio, donde los médicos usaban electrochoques como rutina y el eco de los grupos aún se arrastra por los corredores.

Una noche, Salvador, un joven guardabosques nuevo en la zona, quiso desafiar la leyenda. Subió por el sendero solo, linterna en mano, para “demostrar que no hay más que polvo y ratas”. A las 22:17 envió su último mensaje: “Luces encendidas en el piso superior. Parece habitado. Subo”

El GPS de su móvil dejó de transmitir al cruzar el umbral.

Dos días después lo hallaron sentado en una de las camillas oxidadas del ala oeste, con la mirada perdida, la piel helada y los nudillos en carne viva de tanto rascar la pared. No hablaba. Solo murmuraba una frase con la voz ronca, como si no fuera suya:

  • No están muertos… solo esperan su turno…

En su brazo tenía atada una camisa de fuerza con el sello del sanatorio, perfectamente limpia. Nunca se supo de dónde había salido. Tampoco se supo por qué, al revisar su cuerpo en el hospital, hallaron cicatrices antiguas… idénticas a las de los antiguos internos documentados en archivos de 1954.

Desde entonces, los aldeanos lo llaman “El turno de la niebla”. Porque cada año, al llegar octubre, una figura aparece en la ventana más alta del sanatorio. Y quien la ve… siente que alguien susurra su nombre desde el bosque.

 

Rubén Aibar Martínez

Ganador categoría Adultos

II Concurso de Microrrelatos “Los seres invisibles”

La Muela 2025