UNA CALLE PARA BÉCQUER

UNA CALLE PARA BÉCQUER

Por José Luis Melero Rivas en Heraldo de Aragón

En Zaragoza no tenemos una calle dedicada a Gustavo Adolfo Bécquer. Las hay en Utebo, en Villanueva de Gállego, en La Muela, en Fuentes de Ebro, en Tarazona…, pero no en Zaragoza. Sí hay en cambio en nuestra ciudad calles o plazas dedicadas a videojuegos con una gran tradición cultural como Super Mario Bros o Tetris, a películas inolvidables que han marcado nuestras vidas como ‘Bámbola’, o a personajes de gran fama y renombre como Mariano Adam, quien fue al parecer el propietario primitivo de los terrenos donde está ubicada la calle y que, para que el disparate sea mayúsculo, ni siquiera se llamaba así sino Mariano Guallar y Adam, según contó el cronista José Blasco Ijazo y recogió Adolfo Castillo Genzor en su libro ‘Zaragoza. Sus calles y su historia’.

Todas estas cosas sólo pueden suceder en la surrealista Zaragoza, donde Tomás Seral y Casas, Martín Durbán, González Bernal o Federico Comps Sellés siguen sin tener calle para oprobio y vergüenza de todos. En 1916 el Ayuntamiento de Madrid iba a dar el nombre de Gustavo Adolfo Bécquer a una nueva calle que iba a abrirse en el barrio de Salamanca. Fue la sensibilidad cultural del zaragozano Mariano de Cavia, entonces tal vez el periodista más influyente en la Capital, la que logró que aquella calle no se dedicara sólo al poeta andaluz sino que se extendiera a los dos hermanos Bécquer, pues Cavia recordó en un artículo que publicó en ‘El Imparcial’ el 29 de febrero de 1916 que la figura de Valeriano Bécquer estaba unida para siempre a la de su hermano, y que cuando éste escribía desde Veruela las ‘Cartas desde mi celda’, con esas inolvidables historias sobre las brujas de Trasmoz, Valeriano dibujaba a su vez los tipos aragoneses del Moncayo con maestría inigualable. Pidió Cavia en ese artículo que la calle llevara el nombre de los Hermanos Bécquer, y así se hizo. Hace pues más de un siglo que Madrid tiene una calle dedicada a ambos. Aquí, nada de nada. No quedan apenas ya periodistas de la talla de Cavia, pero sí zaragozanos amantes de su ciudad. Reparemos pues de una vez esta anomalía histórica.

Noticia del Heraldo de Aragón