Yo soy el barrandero/a que limpia su basura estas fiestas.
Con permiso del ‘copyright’ de Pepe Melero y su ‘Yo soy la Jota’ que abrió el pregón, hoy me gustaría subir al balcón de esta pequeña columna a cualquiera de los más de 800 trabajadores públicos -140 extra estos días- que han limpiado con tesón los espacios de estas fiestas que terminan. A ellos mi aplauso y mi reconocimiento. Son invisibles, pero imprescindibles. Y a pie, con manguera o escoba, o en uno de esos 300 vehículos (38 extra), en turnos de mañana, tarde y noche, han borrado con sudor y esfuerzo la basura que dejamos, pero no lo que significa: la radiografía de lo que somos. Ni con agua a presión se pueden borrar, demasiadas veces, la falta de empatía, solidaridad y civismo. La calle es de todos, pero al final parece de nadie. No sólo las ganas de fiesta han vuelto a niveles prepandémicos, también la basura. 114 toneladas se habían recogido sólo hasta el día 12, 22.000 kilos cada día, según FCC. Y seguir su rastro no sólo dibuja el mapa de la fiesta, desde la Plaza del Pilar hasta Valdespartera, sino que nos ofrece el calco de nuestras costumbres: el calimocho a litros en el pregón, los celofanes innecesarios de las flores de la Ofrenda, y hasta los pises y botellas rotas sin reciclar en el sur. Se incrementa el volumen de detritus y el esfuerzo y la rapidez para limpiarlo. Sin ellos, la fiesta no sería lo mismo. Por eso, algún día merecerían subir al balcón de verdad. A lo mejor su pregón nos resultaría más incómodo, pero nos hace falta tanto limpiar las calles como las conciencias.